Huevos con Francis

Segundo capítulo de mis frases… bueno en realidad ya habéis leído unas cuantas, pero esta es la segunda que voy a “analizar”, quizá un día haga un top de mis frases más comunes.

Tal vez sea un poco pedante, pero soy de esas personas que emplea muchas frases y aforismos en su dialéctica, así que esta sección y ese top pueden ser bastante extensos… y dar bastante juego... y hasta crear polémica y debate.

La frase de hoy es de Francis Bacon: “A ojos del enamorado son más importantes los pequeños defectos que las virtudes esenciales”. No puedo estar más de acuerdo, entronca mucho con el refranero cuando dice que “La belleza que atrae rara vez coincide con la que enamora”. Te atraen las virtudes, sus valores, pero te quedas por esos pequeños defectos que le dan personalidad, calidez, cercanía… y que acabas encontrando adorables y quasi-imprescindibles.

En mi caso me atrajeron unos ojos, una mirada, una boca, una sonrisa, unas piernas de escándalo, una visión de la vida, una idea de futuro, un plan maestro compartido… y me quedé por esas pequeñas rabietas, esos “ataques de nervios” (de los buenos, porque cuando le daban de los otros tela), por sus inseguridades… y hasta por ¡¡sus celos!! (manda narices que la infiel y la celosa fueran la misma persona…). Lo de los celos tiene su explicación, no digo justificación, pero sí explicación, todos tenemos nuestras inseguridades, nuestros fantasmas y nuestros miedos y cierta dosis de celos (adecuadamente medidos y administrados en la posología apropiada) ayudan a espantarlos, te “alimentan el ego” y no tienes porqué recurrir a pensar en el famoso “algo tendrá el agua cuando la bendicen”

Con el paso del tiempo las virtudes esenciales se fueron diluyendo, quedaban algunas, pero había otras que desaparecían, mis necesidades eran siempre postergadas, me veía siempre a la cola de todo, nunca era yo el más importante, siempre era yo el que tenía que cumplir por adelantado para que ella cumpliese su parte del trato, en caso de duda y/o necesidad de hacer algún sacrificio siempre era yo el “sacrificado”… pero estaba tan sumamente enamorado, tan ciego a todo y a todos más allá de ella que no me importaba, cambiaba todo por una sonrisa, por un guiño, por un beso… pensando fríamente sí que me daba cuenta y llegábamos a la confrontación, a la discusión… pero una lágrima suya me desarmaba por completo.

Por supuesto que me daba cuenta que estaba en “una relación embudo” (una cosa es estar enamorado y otra ser tonto…aunque más veces de las que estoy dispuesto a admitir la intersección entre ambos conjuntos era MUY grande… y, casi siempre, los síntomas se parecen) pero como digo, todo lo cambiaba por verme reflejado en el azul de sus ojos, por arrancarle una sonrisa…

Se plantea la boda, ¿quién cede en las condiciones, en las fechas, en la lista de invitados, en el sitio, etc?, exacto, ese mismo, el mismo idiota que dejó todo y se fue a vivir a 350 km por compartir la vida con ella, el mismo idiota al que le dijeron que, de ninguna de las maneras ella se planteaba ninguna clase de traslado (eso de vivir a más de 40/50 km de los papás debe ser terrible…)

Como podéis ver no es que el amor sea ciego, porque las cosas se ven… es que nos pone unas anteojeras como las de burros o caballos y nos hace mirar sólo a una parte, perdemos perspectiva, se nos nubla el juicio y claro…si el amor entra por la puerta… ¡exacto!, la razón salta por la ventana

Por eso yo la veía maravillosa y encantadora y no veía lo que me estaba haciendo, lo desgraciado que me estaba volviendo, cómo se me amargaba la sonrisa y se me empañaba la mirada, porque, como buen gilipo… digo enamorado, me quedaba con la parte del cuadro que me atraía, esos pequeños defectos que hacían que no fuera perfecta, pero si perfecta PARA mi…

Ahora a tratar de no tropezar en la misma piedra... bueno en la misma no tropezaré, pero espero no cometer el mismo error con futuras inquilinas de mi corazón...