Volvemos con las frases… con las frases, los sentimientos y la forma de ser alguien que amó hasta doler, que sufrió lo indecible y que aún así vivió, cometió errores, trató de ser civilizado, de sobrellevar una separación traumática, soslayó sus miedos y sus necesidades y peleó por resucitar un amor muerto, porque, amigos, dicen que hay amores que matan, pero estos sólo matan cuando ya han empezado a morir…
La frase del día es de Tennessee Williams, el autor, entre otras, de “La Gata sobre el Tejado de Zinc Caliente”, y dice: “Uno no es la mitad de dos, sino que dos son las mitades de uno”.
Detrás de tan, aparentemente, trivial juego de palabras se esconde, para mi, la esencia de una relación, del amor y de la felicidad, cuando las dos partes comprenden que ya no son una parte de, una mitad de una pareja, sino que la pareja es parte de ellos.
La “fase decisiva” de mi relación con Mandarina empezó un 17 de diciembre de 2005, pero la convivencia no arrancó hasta noviembre de 2006, durante ese período intermedio, yo SIEMPRE me sentí incompleto, a pesar de vernos casi todos los fines de semana (en esa época tenía yo más kilómetros que tiros la bandera de la legión), de hablar durante horas a diario, de escribirnos, mails, mensajes y cartas… con eso y todo yo me sentía incompleto, porque yo percibía que yo no era una parte que sumada a otro daba como resultado la pareja, sino que el estado “natural” era la pareja y cada uno de nosotros por separado estaba incompleto.
Después todo acabó, y yo creí que con la relación se acababa también mi vida, mis posibilidades de amar y de ser amado, mis esperanzas de futuro, de felicidad, de familia… que el plan de mi vida ya no existía… y tuve que aprender que, fuera de una pareja, de esa pareja, yo seguía siendo alguien, había llevado la frase demasiado al extremo, tuve que redefinirme y recordarme que yo soy el que soy (blasfemo suena esto), soy como soy… y que Mandarina fue sólo un error, duro, enorme, de proporciones bíblicas y mantenido durante mucho tiempo, pero, al fin y a la postre un error, porque, ella nunca apostó tanto como yo por la relación, nunca se entregó tanto, nunca estuvo dispuesta a hacer sacrificios, nunca se planteó cambiar nada… y es muy fácil juzgar a los demás con ligereza, pero a la hora de dar cuenta de nuestros errores tratar de solventarlo todo con un “lo siento” y una lagrimita, pero, hermana, es bien sabido que “no remuerde la conciencia al pecar como al dar cuenta”
Esta frase para mi es muy importante, pero tampoco quiero que me malinterpretéis, no estoy diciendo que cada uno tengamos que ser un “quiste”, un “apéndice” de nuestra pareja, no, ni mucho menos, cada uno ha de conservar su personalidad (aquí sería fácil hablar de los polos opuestos, de la otra mitad de la naranja o del anillo al dedo, pero no lo haré) y con las personalidades de ambos conformar por adición la “personalidad de la pareja”, la “mente de enjambre” de ese nuevo ente nasciturus que es la pareja feliz…
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